martes, 22 de marzo de 2011

Me falló el traje a punto


Teatro Kursaal Melilla
No, no he podido asistir este fin de semana a los actos de inauguración del “Kursaal Arrabal” de Melilla. Dudaba entre asistir en traje de faena plebeya aunque me mentalicé de que la ocasión, lo merecía e hice diabluras para conseguirlo de alquiler, el chaqué, pero...no llegó, pese a mi espera y lamentos. No quiero esconder había otro pequeño problemilla, y es que no tenía entrada, no la pude conseguir, pero con la descampanante imagen que me prometía, seguro que no habría terrenal impedimento a mis hechuras, a mi nada forzado trance , a mi papel a jugar, en este momento histórico, en este nacimiento de la “sala de curas” multiuso, del Kursaal, mi Nacional de toda la vida, incluidos los recuerdos del gallinero y bocata de atún aceitoso, al alcance de mi infantil e izquierdoso bolsillo, pantalón corto de infantil, dominguero.
Bueno, a pesar de todo estoy satisfecho. Tenemos un maravilloso teatro, una futura escuela de teatro, un lugar de exposiciones, de eventos culturales, y justo es reconocerlo. Y me sumo al homenaje, a la memoria de José Tallaví, de Juan Guerrero Zamora, de Fernando Arrabal en presente, de Antonio César Jiménez Segura, de tantos que han hecho melillismo y patria grande en otros lares, para nuestra historia.
 Ya tendré tiempo, ocasiones para comparar mi Kursaal con el Romelange luxemburgués, con el Auditorio Kursaal de Donosti, con el suizo de Badem, aunque me quedó con el nuestro. Ya tendré ocasión de ocupar alguna de esas butacas de las 735, pues seguro habrá ocasiones múltiples para ello, admirando las esculturas en bronce y...de Jesús García Ligero, y gozoso de la descarga del chaqué, sin ese auto compromiso, sin nervios en la no llegada, achandalado si es preciso, cómodo, con sabor a pueblo.
Y veré actos, acotaciones a distancia, escenografías, mímicas, jerigonzas y soliloquios, encontrando la empatía del saber hacer. Y disfrutaré con el “arriba el telón”, con la observación del atrezzo y proescénico, trasladado a las bambalinas, entre bastidores, como intruso figurante, potencial tramoyista mental, en la platea, anfiteatro o  en la concha de imaginario inquilino descubierto.
 Y me imaginé a César levantándose de su banco de Chacel, y volví a saludarlo, intercambiando unas complicidades de juventud, pues como yo tenía claro que “ en una pequeña o gran ciudad, o pueblo, el Teatro es un signo visible de la cultura”, como dijo el gran Sir Laurence Olivier, a lo que añado, cultura siempre al alcance del pueblo, enraizada en él, liberadora de sentimientos. Y como Lorca, “ que el teatro es poesía que se sale del libro y se humaniza”, que si Federico, que te he vuelto a encontrar más joven, que se que quisiste estar, que has estado.
He de reconocer que lo que más me fastidió fue perderme los agasijos en entreactos, los descansos, pues como Groucho, estoy convencido de que es cuando más se disfruta  de tanto frustrado actor, pero el Kursaal brilló ,encandiló...¡ mucha mierda!, se ha hecho querer,¡ tres bravos!, pues.
Larga vida y sin reservas.
Pedro Gallardo
Ciudadano

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