viernes, 19 de noviembre de 2010

Los tenemos tan cerca “ y tan alejados a la vez, que...”


Hafirffi tiene diez años y estudia 5º de primaria, tiene seis hermanos y sus padres están separados, siendo él el mayor. Su madre limpia casas, dos a la semana y le pagan 25 euros por cada jornada de cinco horas de trabajo. Con ese pequeño capital, no es de extrañar tenga dificultades en llevar una cartulina, una caja de ceras o colaborar en el cumpleaños de un compañero en clase, con un euro, pasándolo mal, bajando la mirada, esquivando la situación que resulta incomprensible a otros, pero no para mí.
Lucas G, es un anciano de 84 años que tiene el privilegio de  que su sobrina Antonia lo cuida, ella con una pensión de viudedad de miseria que sumada a la de Lucas, se aproxima a los 800 euros. Están contentos porque pagan solo 300 euros de alquiler, aunque la luz, el agua, y mil gastillos más, les hacen llegar con dificultades a fin de mes, como tantos en esta realidad.
 J.M.J, se quejaba el otro día en el Puerto Noray, tomándose unos pelotazos de que cada vez tiene mas problemas para pagar el mantenimiento de la lancha y  la cuota del club. Para él forma parte de sus prioridades sociales de difícil renuncia, pues qué dirán, y claro...
Pepe Ginés, tiene 34 años, y no para de presentarse a oposiciones, siendo licenciado en derecho y  acaba de ser admitido en lista en los Planes de empleo de la Delegación. También me confesó que está desilusionado, en tratamiento psicológico y rehabilitándose de ciertas adicciones que guardó para dentro, adujo consecuencia de un momento de debilidad  y pérdida de confianza por esas circunstancias adversas que le han perseguido. Esperemos, salga, pues yo tengo confianza en él y así se lo transmito cada vez que lo veo y nos tomamos un café de barrio.
Jalali está desesperado, alcoholizado, dispuesto a todo. Se busca la vidilla, vendiendo porros, rapiñando lo que se tercie y  se asegura el bocadillo  y la jarera por la noche, vendiéndole cien cupones de la Caridad a otro colegui, formando parte de ese ejército diario, que tiene derecho a subsistir.  Cuando puede visita a su hija Iara que vive con su  abuela , pero reconoce que lo pasa mal, aunque la nena de tres añitos, no se da cuenta de la situación, de momento.
Estos personajes cotidianos, PERSONAS con mayúsculas, forman parte de esta Melilla de la convivencia e interculturalidad, de este crisol de culturas, de esta sociedad solidaria y que no da la espalda a los problemas de los otros, pues bastante tiene con los suyos, como el amigo de la lancha. Viven con mas angustia que  otros, las consecuencias de la crisis, el desempleo creciente, ¿ estructural- coyuntural?, la marginalidad  y desilusión, el bloqueo ante las oportunidades que cual lotería no les llega o la suerte de “ir tirando”. Forman parte del anónimo colectivo ciudadano, sin mas protocolo que el ver el día siguiente, con la esperanza de que cambie el rumbo, pues siempre no estaremos  igual, se dicen en voz alta.
 Una sociedad  democrática, humana, no debiera consentir esto. Los mejores presupuestos, señores políticos son  sin duda, aquellos que priorizan: techo, satisfacer las necesidades básicas, devolverles el orgullo y la dignidad a las personas, no aceptando la exclusión bajo ningún concepto . Todo lo demás, es secundario . Y si no hay trabajo para todos, nuestra solidaridad aunando voluntades institucionales ha de asegurar
 “el tengo derecho a vivir”; no verlo así y apostar por ello, es pura hipocresía, lo vendan como lo vendan. Pero claro, a algunos con competencias, con poder para  ello, les avergüenza reconocerlo y cambiar la injusticia, radicalmente, con celeridad, desde abajo, por si les contagia la miseria y el buen olor a colonia cara, de “marca”. ¡ Cuánta falsedad, promesa, palabrería !.  Una revolución pacífica, acuciante, pendiente. A mi me lo parece, y me enervo, me cabreo, me rebelo ante el ¡no podemos hacer nada y ya vendrán tiempo mejores!. ¿ A esto le llaman ser utópico ?, pues ¡ viva la utopía !, que esto no es un cuento para sensibilidades y lágrimas o reconocimientos momentáneos.
Pedro Gallardo
Ciudadano

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