Comentario a la carta de Antonio Bravo Nieto

Hola Fran:

Ayer, domingo por la mañana, al abrir tu blog encontré una larga epístola que el Dr. en Historia del Arte, Antonio Bravo Nieto escribía a Melilla La Vieja. No es la primera obra que leo de este enamorado de su profesión, pero debo admitir que ninguno de los escritos anteriores me ha emocionado tanto.

Mientras lo leía venían a mi recuerdo los largos paseos por aquellas entonces arruinadas callejuelas, allá a mediados de la década de los cincuenta y principio de los sesenta, cuando la palabra mantelete era para mí el nombre del barrio pegado a las murallas; cuando no sabíamos de torreones, de muros y cortinas, adarves y merlones, escarpas y aspilleras. Aunque mi domicilio en la Acera del Negreta quedaba ciertamente bastante retirado para las distancias de aquella ciudad, oír misa los domingos en la iglesia de la Purísima Concepción y volver por la tarde a admirar los precipicios, paseando cogido de la mano de la novia, haciendo fotografías en aquellas especie de garitas redondas, una de ellas llamada Boca de Sierpes, era toda una delicia.

Sé, por las obras que le he leído, últimamente la que realizó conjuntamente con el arquitecto Salvador Moreno peralta y del no menos erudito Jesús Miguel Sáez Cazorla, que sus conocimientos fueron imprescindibles para la realización del plan de rehabilitación que ha cambiado en una muy considerable parte su fisonomía.

Pero amigo Fran, si todo lo explicado en el escrito que comento sobre el cambio material es interesante, lo que verdaderamente llama la atención es el amor profundo que traslucen sus líneas, con sus puntuales épocas, la narración de una historia tan brevemente expuesta pero tan profunda y clara que no sería necesario conocer el lugar para ser arrastrado por esa pasión contagiosa que tanto ahonda en el espíritu.

Amigo Fran: esto es hacer Patria; de un pueblo pequeñito, de un lugar en el Norte de África apenas conocido y antaño enormemente temido por los habitantes peninsulares, pero que como lugar de nacimiento llevamos dentro de nuestro corazón.

Desde Barcelona, mi lugar de residencia, Muchas gracias al inteligente maestro.

José Márquez Rodríguez