miércoles, 17 de agosto de 2011

Nuestra compañera soledad


A veces nos miramos al espejo y no vemos ninguna imagen, como decía Jorge Luis Borges. Otras, la soledad de dos en compañía  o el aprecio de la hermosura que la embarga cuando nos acompaña junto a alguien a quien podemos decírselo, cosecha vital de mis consultados y apreciados Ramón de Campoamor y Gabriel García Márquez.
He de reconocer la lectura hace días de un artículo de Don Juan J. Aranda en el Melilla Hoy, me llegó . La expresión de las vivencias de esa abuela, de tantos mayores rodeados de incomprensión ,dejadez, ninguneo y sentimiento de culpa, por haber llegado a esa recta de la vida, después de haber dado tanto. Y es que los silencios, las miradas y esquivos, los comentarios sin mirar o tener presente a quien, duelen y sientes en tus carnes la falta de autonomía necesaria para seguir proyectándote, teniendo que aceptar o soportar lo que quieran para ti, sin tener en cuenta tus propias necesidades de afecto y reconocimiento..
Me siento cómplice  y consciente abducido de Voltaire, cuando nos legó su reflexión acerca de la felicidad en nuestras vidas, conseguir una soledad atareada, ocupación, compromiso, seguir diciendo “ aquí estoy ”.  Una soledad que te hace gozar de la intimidad y amar en compañía  necesitando para salir airoso, precisando sentir y vivir en el mundo, nos dijo Stendhal. Y es que los cuarenta primeros años de nuestra vida, como le leo a Schopenauer nos dan el texto, siendo los treinta siguientes los que permiten el comentario, puede que el guión necesario para Ingmar Bergman en su película de la vida, en el envejecer escalando la montaña  alta, alta en la que subiéndola te hace comprobar como te van faltando las fuerzas, pero haciendo que tu mirada, que nuestras miradas sean más libres, la vista más amplia y serena.
¡ Cuánto nos enseña la historia, las sociedades primitivas, los pueblos subdesarrollados, los más necesitados, en el reconocimiento, respeto y dignidad hacia nuestros mayores!, a nosotros que vamos de occidentales, de “sobraos” y tanto tópico vacío y denigrante. Crisis, crisis también de valores, de arraigo, de respeto a la experiencia y realidad de nuestros eslabones no perdidos y presentes, egoísmo incomprensible en quienes no queremos ver , aquello a lo que nos dirigimos, y en lo que no es deseable experimentar esa deplorable realidad que fomentamos en el hoy con nuestros más cercanos.
Con todo cariño y respeto a nuestras mascotas, no hay derecho a ponerlos a su altura, como principales molestias del verano. Por eso, mi admirado Aranda, me solidarizo, me enervo y rebelo ante el sufrimiento y desasosiego de “esa abuela de todos ”,convencido de que no hace falta saber de pájaros, conocer la historia del fuego, para creer que la soledad que nos bien acompaña nos haga tener alas, alas para volar, haciendo que el infierno no esté en esta palabra.
No hay que quedarse excesivo tiempo en los cuarenta ,ni  egolatrar el culto a la perecedera juventud, de fondo daliniano. Hay que hacer un brindis por la vida y no ver en ella enemigo en la tristeza ni adular en exceso la alegría.
 Soledad necesaria en momentos, soledad  que te libera, sobre todo con dignidad, un pacto con ella para una buena vejez como demanda G.G Márquez, soledad para reclamar suma de soledades.
Podría haber expresado  el titular desde miradas antropológicas que no domino ni deseo o necesito; no hace falta ser experto gerontólogo o geriatra, deseo con futuro activo asegurado por demanda. A veces uno, necesita expresar su soledad en compañía. Hoy creo estoy más cerca de aceptarlo y satisfecho de expresarlo y compartir, pues cada uno rema en su propio barco pero necesita vientos, vientos de comprensión y respeto.
 La valía de un ser humano está en su capacidad de soportar   la soledad, decía Nietzsche. Me niego y me rebelo a soportar,  querida  e inseparable compañera de viaje.
Y escuchando la “ canción a la  tercera edad de Fernando Ubiergo”, chileno del Café para Platón, me cargó de razones para seguir dando la lata, pues no quiero que lamentamos, que lamentes el tiempo que no te hemos dado, impostergable  viaje hacia tan mágico, enigmático encuentro según que.” Y donde te lleves de regalo el pensamiento donde quieras que estés, te digo que te quiero, que te querremos por siempre ”.
¿ Y si fuere verdad que solo se envejece por fuera ?,y que ellos han guardado compromisos que el tiempo inexorable ha jubilado, deseo en jubileo merecido.
Nos estamos poniendo viejos, Víctor, Víctor Heredia, mi argentinito guapo y motivador, dulcificante de tempestades. “Nos vamos poniendo viejos desde antes de nacer” y los “Corazones rebeldes” nonagenarios que cantan a James Brown, nos rejuvenecen aunque no queramos, dándonos una lección de optimismo y vitalidad.
Ante todo preparémosnos  y si lo estamos, para un envejecimiento ACTIVO dándole sentido y utilidad a lo que hacemos. Que sean las menos, las cosicas pendientes. A disfrutar que son dos días, soledad que trasciendes de los años, soledad rejuvenecida, soledad nombre de Virgen, acompañante de este final, como todo, aceptándote como compañera vigilante y amorosa.
 Y lo hago como decía  Borges, no se sabe a ciencia de qué, en estos tiempos donde tampoco se lee y tanto se critica, sin comprender lo no leído, pero  manda el aparentar, la imagen y el  ser lo que no se ha sido. Sea pues, sin alabanzas...
 Pedro Gallardo, Ciudadano

1 comentario:

  1. Encontrar la felicidad en uno mismo y cultivar el amor propio son elementos fundamentales para una vida plena y saludable. La felicidad no debe depender de factores externos, sino de la aceptación y el aprecio de uno mismo.

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