Hamilton Naki, un sudafricano negro de 78 años, murió a finales de mayo del 2007. La noticia no figuró en los diarios,pero la historia de él es una de las más extraordinarias del siglo XX. El cine lo bautizó como “El cirujano clandestino”.
Naki era un gran cirujano. Fue él quien retiró del cuerpo de la dadora el corazón para ser transplantado en el pecho de Louis Washkanky en 1967, en la ciudad del Cabo, en África del Sur, en la primera operación de transplante cardíaco humano con buen resultado. Es un trabajo delicadísimo. El corazón donado tiene que ser retirado y preservado con el máximo cuidado. Naki era tal vez el segundo hombre más importante del equipo que hizo el primer transplante cardíaco de la historia. Pero no podía aparecer porque era negro en el país del apartheid.
El cirujano-jefe del grupo, el blanco Christian Barnard, se transformó en una celebridad instantánea. Pero Hamilton Naki no podía salir en las fotografías del equipo. Cuando apareció en una, por descuido, el hospital informó que era un empleado del servicio de limpieza.Naki usaba chaleco y máscara, pero jamás estudió medicina o cirugía. Había abandonado la escuela a los 14 años. Era jardinero en la Escuela de Medicina de la Ciudad del Cabo. Pero aprendía de prisa y era curioso. Cambió e hizo toda la clínica quirúrgica de la escuela, donde los médicos blancos practicaban las técnicas de transplantes en perros y cerdos. Comenzó limpiando los chiqueros. Aprendió cirugía presenciando experiancias con animales. Se transformó en un cirujano excepcional, a tal punto que Barnard lo requirió para su equipo.
Era un quiebre para las leyes sudafricanas. Naki, negro, no podía operar pacientes ni tocar sangre de blancos.Pero el hospital hizo una excepción para él. Se transformó en un cirujano… pero clandestino. Era el mejor. Daba clases a los estudiantes blancos, pero ganaba salario de técnico de laboratorio, el máximo que el hospital podía pagar a un negro.Vivía en una barraca sin luz eléctrica ni agua corriente, en un ghetto de la periferia.Hamilton Naki enseñó cirugía 40 años y se retiró con una pensión de jardinero, de 275 dólares por mes.
Pero eso no le importó. El siguió estudiando y dando lo mejor de sí, pese a su discriminación.Después que el apartheid acabó, ganó una condecoración y un diploma de Médico Honoris causa. Nunca reclamó por las injusticias que sufrió en su vida entera.Pese a su clandestinidad y discriminación, jamás dejó de dar lo mejor de sí…
El cirujano-jefe del grupo, el blanco Christian Barnard, se transformó en una celebridad instantánea. Pero Hamilton Naki no podía salir en las fotografías del equipo. Cuando apareció en una, por descuido, el hospital informó que era un empleado del servicio de limpieza.Naki usaba chaleco y máscara, pero jamás estudió medicina o cirugía. Había abandonado la escuela a los 14 años. Era jardinero en la Escuela de Medicina de la Ciudad del Cabo. Pero aprendía de prisa y era curioso. Cambió e hizo toda la clínica quirúrgica de la escuela, donde los médicos blancos practicaban las técnicas de transplantes en perros y cerdos. Comenzó limpiando los chiqueros. Aprendió cirugía presenciando experiancias con animales. Se transformó en un cirujano excepcional, a tal punto que Barnard lo requirió para su equipo.
Era un quiebre para las leyes sudafricanas. Naki, negro, no podía operar pacientes ni tocar sangre de blancos.Pero el hospital hizo una excepción para él. Se transformó en un cirujano… pero clandestino. Era el mejor. Daba clases a los estudiantes blancos, pero ganaba salario de técnico de laboratorio, el máximo que el hospital podía pagar a un negro.Vivía en una barraca sin luz eléctrica ni agua corriente, en un ghetto de la periferia.Hamilton Naki enseñó cirugía 40 años y se retiró con una pensión de jardinero, de 275 dólares por mes.
Pero eso no le importó. El siguió estudiando y dando lo mejor de sí, pese a su discriminación.Después que el apartheid acabó, ganó una condecoración y un diploma de Médico Honoris causa. Nunca reclamó por las injusticias que sufrió en su vida entera.Pese a su clandestinidad y discriminación, jamás dejó de dar lo mejor de sí…
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